Siempre he dicho que existen dos tipos de películas cutres: las que se toman en serio, y las que se ríen de sí mismas. Las que se toman en serio acaban bastante mal, subproductos que ni siquiera pueden entretener en la mayoría de ocasiones. Las que se ríen de sí mismas, sin embargo, suelen filmes divertidos, estupendos para desconectar y ver con los amigos. La saga Sharknado ha evolucionado desde el primer tipo al segundo, convirtiéndose en una oda al cutrerío y a la diversión descerebrada. Por si fuera poco ¡Hay tiburones!