Mientras las grandes comedias arrasan en la televisión actual, conviene echarle también un vistazo a aquellas producciones que apostaron por algo diferente y original sin dejar de lado lo esencial; el humor
En las últimas semanas uno de los grandes pesos pesados, si no el mayor, de la comedia actual, The Big Bang Theory, retomaba su larga caminata por la pequeña pantalla con el estreno de su novena temporada. La historia de cómo estos cuatro científicos viven su día a día rodeados de cómics, videojuegos, mujeres, comida tailandesa y risas de fondo ha calado en la sociedad como pocas series han hecho en la historia. Desde 2007, The Big Bang Theory ha roto récords que parecían inalcanzables de audiencia en la televisión americana, ha implantado frases y expresiones en nuestra cultura popular con una facilidad pasmosa y recompensa por todo esto a sus actores protagonistas, Jim Parsons, Kaley Cuoco y Johnny Galecki, con sueldos de 1 millón de dólares por episodio.
El éxito y trascendencia de The Big Bang Theory no es algo nuevo en televisión. Desde el inicio del género sitcom, ha sido habitual que una comedia gobernase la parrilla y deleitase a legiones de entregados fans. Antes de Big Bang estaba ‘Friends’ (1994-2004), y antes de ‘Friends’ estaba la mítica ‘Cheers’ (1982-1993), aunque entre ambas vivió y también reinó la comedia “acerca de nada”, ‘Seinfeld’ (1989-1998). Todas ellas son ya iconos de la televisión. Leyendas bien conservadas que infunden respeto y han servido de inspiración y modelo para ser visionadas y admiradas como una auténtica Biblia de la televisión por los creadores y guionistas de nuevas sitcoms y comedias que abarrotan la televisión americana, y sin posible remedio o escapatoria, la nuestra propia.
Pero, ocultas por el brillo que estas comedias desprenden, se encuentran una nada despreciable cantidad de ficciones televisivas que debieron merecer y merecen aún, el igual reconocimiento (o al menos conocimiento) de aquellas mencionadas que el público ha puesto ya en el Olimpo seriéfilo. Son comedias que van más allá del chiste fácil. Más allá del guión convencional. Más allá de caricaturescos personajes. Más allá de las risas enlatadas.
Curb your enthusiasm
Una comedia acerca de nada sobre el creador de la comedia acerca de nada. Dicho así la idea no parece demasiado atractiva. Pero lo fue para HBO cuando en el año 2000 decidió dar luz verde a la propuesta de Larry David, creador y productor de la ya mencionada sagrada ‘Seinfeld’. ‘Curb your enthusiasm’ narraría la vida de Larry David, interpretándose a sí mismo como el guionista-humorista medio retirado que es ahora en Los Angeles.
Sin un argumento consistente central (ni falta que le hace), esta comedia satiriza capítulo tras capítulo todo tipo de situación social de una forma aguda a la par que original, convirtiendo lo familiar y cotidiano en cómico sin parecer pretenderlo.
Tampoco necesita un mayor reparto principal que el formado tan sólo por Jeff Garlin, Cheryl Hines y el propio Larry David; aunque se rodeen de multitud de personajes secundarios y estrellas invitadas, las cuales normalmente se interpretan a sí mismas, acentuando esa dosis de realidad que caracteriza a la serie, y que encajan a la perfección y sin calzador en la trama, apoyando una gran fuerza narrativa en la mera improvisación. Globo de Oro a la mejor comedia en 2003, algún que otro Emmy y multitud de nominaciones avalan a Larry David y sus hasta ahora ocho temporadas (en el aire una novena) así como a esa original fórmula de conseguir que más puramente convencional tenga un humor sorprendentemente poco convencional en televisión.
The Office (US)
En sus comienzos allá por 2004 no parecía que fuese más que un triste y calcado remake estadounidense de una producción extranjera, del Reino Unido en este caso. Los mismos actores afirman que en los primeros episodios grababan con el miedo a ser cancelados en cualquier momento, con la sensación de que sólo les veían sus propias madres.
Pero eso no fue así. En cuestión de meses ‘The Office’ se convirtió, y lo sigue siendo ahora, en la reina por mérito y excelencia del género ‘mockumentary’, o de falso documental, y si se le pregunta al que escribe esto, reina entre las demás comedias de las últimas décadas. De nuevo aquí se nos presenta una idea poco atractiva en apariencia, grabar la vida de unos trabajadores en una pequeña empresa de papel en una ciudad sin chicha si gracia en el noroeste estadounidense.
Y de nuevo de ahí salió una reacción explosiva de un humor poco visto antes en televisión y que vale su peso en oro. Un humor de silencios, un humor de palabras precisas, un humor incómodo. Gracias a ‘The Office’ tenemos al magnífico Michael Scott, icono ya de la comedia, interpretado por el magnífico Steve Carell, que dio el salto a su carrera que aún le dura. Y gracias a ‘The Office’ renació el falso documental, nunca tan bien conseguido hasta la fecha, de series como ‘Modern Family’.
Cámara en mano, actores desconocidos hasta la fecha interpretaban a unos personajes perfectamente construidos, con una línea de actuación clara y definida, aunque a la vez sorprendente, cercanos y familiares para el espectador y con historias tan surrealistas como empáticas. Y eso que, aunque todos sabemos que una trama central no es imprescindible en una comedia (Larry David si leen más arriba), ‘The Office’ remueve a sus personajes a través de una historia original, envolvente, a ratos emotiva, sin dejar de lado el humor, aunque esté basada en lo algo puramente convencional. “Hay mucha belleza en lo que parece corriente y ordinario” dirá uno de los personajes a lo largo de la ficción-que no siempre parece ficción. Y ese es, sin duda, el ingrediente con lo que se construye The Office.
Parks and Recreation
The Office fue un éxito. Y cuando algo tiene éxito se le busca una pareja de baile similar, Parks and Recreation nació como la hermana pequeña de The Office, creada por los mismos que esta (Greg Daniels y compañía), y pensada para apurar al máximo el éxito de The Office, a ser posible como spin off. Y así lo parecía sin duda en sus comienzos. Poco nuevo tenía que aportar salvo que esta vez no sería en una oficina.
Ahora la acción transcurriría en la ciudad ficticia de Pawnee y sería Leslie Knope (Amy Poehler) la dueña y señora del desprestigiado Departamento de Parques y Recreaciones de la ciudad. Y es que aunque Parks and Recreation parecía destinada a seguir los pasos calcados de ‘The Office’, no tardó en encontrar su propia senda y desmarcarse de su “madre” para contruir su propia ficción independiente y con fuerza más que suficiente para brillar por sí misma. La fórmula siguió siendo parecida; cámara en mano, pequeñas entrevistas a los personajes, pero ahora había un humor más directo, fresco y visual.
Así pues, la irrepetible Leslie Knope se rodeaba de carismáticos personajes secundarios para llevar el peso de una serie que, con cada año, aumentaba de tamaño. Poco hay que decir de estos secundarios aparte de hacer mención especial a Nick Offerman, que dio a luz a uno de los mejores personajes cómicos de los últimos tiempos, y por supuesto Chris Pratt. Porque por si aún no lo sabéis, antes de domesticar velocirraptores y salvar el univeso de Marvel, un barrigudo Chris Pratt limpiaba zapatos en ‘Parks and Recreation’
Wilfred
¿Y si una mañana tu vecina te pide el favor de cuidar a su perro, pero cuando el perro entra en su casa lo que ves es a un hombre vestido con un disfraz de perro que te habla, se sienta en tu sofá, te confiesa que ama a Matt Damon y empieza a fumar marihuana? Aunque a más de uno le habrá pasado, así arranca Wilfred. De nuevo, como The Office, remake basado en una idea extranjera, australiana para ser más precisos. Pero ahí acaban las similitudes entre ambas.
Wilfred narra con un inmenso cuidado la delgada línea que separa la cordura de la locura, la amistad del odio, el odio a uno mismo de la confianza a ese mismo, el amor verdadero del utópico, la realidad de la imaginación, lo que hacemos y lo que nos dicen de hacer, la felicidad del hundimiento. Pero no es una serie para incluirlas en los libros de filosofía ni en tratados del surrealismo. Hay un perro que habla. Y el perro habla con Elijah Wood.
Así pues, el que una vez fue Frodo en el Señor de los Anillos ahora interpreta a Ryan, un deprimido ex abogado que trata de encontrar de nuevo el rumbo en su desordenada vida. Y para ello, o para conseguir justo lo contario, está Wilfred. Esta vez no se pretende basarse en lo cotidiano, ni aparentar realidad. Wilfred logra un humor único en su especie, adornado con sus momentos de pura reflexión humana y compaginada con una trama bien cuidada y que es capaz de atraparte y arrastrarte a través de cuatro temporadas. Al fin y al cabo. ¿Quién es Wilfred?
Louie
Un comediante y guionista que se lanza a crear una serie en la que se interpreta a sí mismo. Se podría que pensar que hablo de nuevo de ‘Curb your enthusiasm’ pero no. Louie va más allá en muchos momentos. Protagonizada por el humorista Louie CK, esta serie se centra en la vida del mismo mientras se acaba de divorciar y trata de educar a sus dos hijas pequeñas a la vez que busca impulsar su mediocre carrera como comediante.
Episodios de una extraña y efectiva mezcla de peculiar humor negro, crítica a todo lo criticable y situaciones surrealistas basadas en la vida del propio Louie. Louie es el perfecto ejemplo de como hacer una comedia tan alejada de lo visto antes que llegue a desconcertar en sus primeros momentos, acostumbrar al poco tiempo y enamorar cuando coge altura gracias a su excelente originalidad, tanto en cuanto al guión como a la propia estructura de cada episodio, sin necesidad de unir fragmentos de cada historia o de tener una coherencia argumental. Simplemente siendo Louie.